Los productos de tiburón como las aletas, el cartílago y la carne, se consumen ampliamente en Asia y a nivel mundial en las comunidades asiáticas, como delicatessen y como fuente de medicina tradicional china [1, 2].
El principal factor de mortalidad de tiburones es la pesca para obtener sus aletas para el consumo humano en la sopa de aletas de tiburón [3, 4]. Hay estudios científicos que demuestran que el consumo de aletas de tiburón en vez de ser beneficioso puede provocar o empeorar otras enfermedades debido a los altos niveles de neurotoxinas que se encuentran en su organismo [5].
Además, en todo el mundo se consumen suplementos dietéticos que contienen cartílago de tiburón. El cartílago de tiburón se hizo famoso en los años 90 al aparecer el libro de William Lane con el título: "Sharks Don't Get Cancer: How Shark Cartilage Could Save Your Life" [6]. El libro fue un bestseller y el marketing que se realizó en torno a este título hizo que la gente empezara a comprar cartílago de tiburón como medicina contra el cáncer. La consecuencia fue el aumento de la presión pesquera sobre estas especies .
También se supo más tarde que el producto de cartílago que Lane estaba probando en estas pruebas fue fabricado por la empresa Lane Labs, que estaba dirigida por su hijo, Andrew Lane [7]. Gran parte de este producto se comercializa como producto alimenticio, haciendo que su venta no esté sujeta a las restricciones que tendría ponerlo a la venta como medicina. Está demostrado en muchas investigaciones científicas que los tiburones tienen cáncer de muchos tipos y que el uso de este producto no cura el cáncer [7, 8, 9, 10].
Desgraciadamente, una serie de buenos estudios científicos sobre el cartílago de tiburón fueron mal interpretados, principalmente por un modelo de negocio que ha explotado a los pacientes más desesperados a la vez que ha devastado especies marinas [10, 11].
Referencias:
Templer, R. (1999). Food for Thought: Chicken Soup for the Ostentatious Soul—Tonic or Tragedy? East, West Divided Over Shark’s Fin. Asian Wall St J. The Wall Street Journal. Available online: http://www.wsj.com/articles/SB934473109149930399
Mahr, K. (2010). Shark-Fin Soup and the Conservation Challenge. Time. Available online: http://content.time.com/time/magazine/article/0,9171,2021071,00.html
Clarke, S., Milner-Gulland, E. J., & Bjørndal, T. (2007). Social, economic, and regulatory drivers of the shark fin trade. Marine Resource Economics, 22(3), 305-327.
Spiegel, J. (2000). Even Jaws deserves to keep his fins: outlawing shark finning throughout global waters. BC Int'l & Comp. L. Rev., 24, 409.
Hammerschlag, N., Davis, D. A., Mondo, K., Seely, M. S., Murch, S. J., Glover, W. B., ... & Mash, D. C. (2016). Cyanobacterial neurotoxin BMAA and mercury in sharks. Toxins, 8(8), 238.
Lane, W. I., & Comac, L. (1992). Sharks Don't Get Cancer: How Shark Cartilage Could Save Your Life. Avery Pub Group. Garden City Park, NY.
Finkelstein, J. B. (2005). Sharks do get cancer: few surprises in cartilage research. Journal of the National Cancer Institute, 97(21), 1562-1563.
Loprinzi, C. L., Levitt, R., Barton, D. L., Sloan, J. A., Atherton, P. J., Smith, D. J., ... & Kim, G. P. (2005). Evaluation of shark cartilage in patients with advanced cancer: a North Central Cancer Treatment Group trial. Cancer, 104(1), 176-182.
Ostrander, G. K., Cheng, K. C., Wolf, J. C., & Wolfe, M. J. (2004). Shark cartilage, cancer and the growing threat of pseudoscience. Cancer research, 64(23), 8485-8491.
Murillo-Domínguez, G. (2018). Cartílago de tiburón: una panacea oncológica más. Medicina interna de México, 34(4), 614-618.
Criscitiello, M. F. (2014). What the shark immune system can and cannot provide for the expanding design landscape of immunotherapy. Expert opinion on drug discovery, 9(7), 725-739.
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